La Iglesia ha estado preocupada durante algún tiempo por la palabra meditación. Para muchos, esta palabra provoca imágenes de gurús barbudos cantando en una montaña; o mujeres vestidas de spandex, posando en clases de yoga y murmurando sonidos diseñados para calmarse.
¡Qué triste suerte la de esta práctica Bíblica, donde no se considera a nuestro Dios!
La meditación no se encuentra en el yoga. De hecho, el yoga tiene profundas raíces en el hinduismo. Cada ejercicio de yoga es una posición de sus dioses y puede ser mucho más dañino, que útil. Sin embargo, la meditación cristiana, es muy diferente en su esencia, a la meditación secular. La Biblia tiene instrucciones claras sobre cómo debemos ejercer este poderoso acto.
La Biblia revela que la meditación es un esperar expectante en Dios, con un corazón comprensivo.
Fue Isaac quien demostró esto, esperando en Dios, por la novia que habría de venir. Podemos observarlo en Génesis 24:63: “Y salió Isaac a meditar al campo por la tarde; cuando alzó sus ojos y miró, venían camellos”. Isaac fue un negociador exitoso, que entendía el poder de la meditación en las cosas del Señor. Mientras Isaac meditaba en el Señor, Dios le trajo a Rebeca, y el fruto de la siguiente generación fue sobre ellos.
La meditación es una contemplación de Dios, es una práctica de reflexión silenciosa, la cual trae gran recompensa.
Isaías dice en el capítulo 40, versículo 31: “Pero los que esperan en Jehová, renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán”. Durante la meditación hacemos una pausa y reflexionamos en la Palabra del Señor.
La meditación es una preparación que nos conduce a nuestro Rey.
Si deseas conocer a un rey, hay muchos protocolos involucrados en ello. Antes de que Ester pudiera conocer a su rey, ¡tuvo que bañarse en agua perfumada durante seis meses! En nuestros días, ninguna persona se atrevería a dar un paseo por el Palacio de Buckingham, ni siquiera los propios ciudadanos, sin la invitación expresa de la Reina Isabel.
En las cortes reales de todas las naciones, una audiencia con un rey requiere que uno espere. Ningún ciudadano establece las citas, el tiempo lo establece el rey. Mientras esperamos al Señor, Él fortalece a Sus hijos que esperan. Y precisamente en esta santa espera, hay recompensa.
La meditación nos prepara para la victoria. Josué, mientras se preparaba para conducir al millón y más de israelitas a la Tierra Prometida, recibió instrucciones del Señor de meditar:
“Sé fuerte y valiente, porque a este pueblo repartirás como herencia la tierra que juré a sus padres que les daría …Este Libro de la Ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él, día y noche, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él. Porque entonces harás prosperar tu camino, y tendrás éxito”. (Josué 1: 6-8)
La meditación precipita la acción.
Según como piensas, así actuarás. Si meditas en la palabra de Dios, tendrás gran éxito. Josué buscaba cómo guiar a los israelitas, cuando le dijeron: solo hagan una cosa: mediten en la Palabra de Dios día y noche. Al entrar a Canaán, Josué conquistó 31 reyes, ¡ A pesar de un ejército alimentado solamente con maná y habiendo sido circuncidados solo unos días antes de su primera batalla!
La meditación cambia nuestras mentes a la perspectiva de Dios.
Considera lo que estás meditando en este momento: ¿son tus miedos, una preocupación, un problema? Nuestros pensamientos pueden ser tóxicos, consumidos por las tensiones de la vida. Las estadísticas muestran que el 80% de nuestros pensamientos son negativos.
En lugar de meditar en nuestros problemas, debemos meditar en las promesas de Dios.
David, el rey conquistador de Israel, soportó trece años de estar en la lista de los más buscados de Saúl. Él describió en el Salmo 1 cómo anduvo durante esa batalla:
Salmo 1: 1-2 “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni se sentó en silla de escarnecedores; sino que su delicia está en la ley de Jehová, y en ella medita de día y de noche”. (RV)
La meditación es un enfoque estratégico diario en el Señor. Lo que sucede a tu alrededor se volverá irrelevante cuando Dios ofrece una perspectiva diferente.
Al meditar en la palabra de Dios, la sabiduría invade nuestra mentalidad mundana y nos da la victoria.
Los salmistas lo sabían. El salmo 119: 23 dice “Aunque los príncipes también se sientan y hablan contra mí, pero tu siervo medita en tus estatutos”. Y “Tengo más comprensión que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación” (vs 99).
La próxima vez que el enemigo toque tu mente con ansiedad, tómate tu tiempo para meditar sobre lo que el Señor Dios ha hecho por ti. Haz una lista de ello y continúa agregando a esa lista lo que está haciendo hoy. Luego, cuando te sientas desanimado, ve a esa lista y medita en su bondad.
Si meditas en la Palabra más tiempo del que oras y más de lo que intercedes, entonces la comprensión, la perspectiva y la paz serán una realidad. La meditación crea un vacío para los demonios, al igual que los pensamientos negativos crean ventanas para que los demonios accedan a tu casa.
El mayor activo de un guerrero no es su arma, sino su mente. Lo que estás considerando es importante. ¡Haz de la meditación tu nueva práctica y mira al Señor bendecir cada una de tus batallas!